De Cómo en 1922 el General Alvarado Pretendió Encabezar una Rebelión con la Ayuda de los Miembros de la C.G.T.
Por JOSE C. VALADES
Sonriendo ingenuamente
de vez en cuando; hablando con serenidad y convencimiento; levantando o
abriendo los brazos como el niño que cree encontrar los soñados juguetes con
sólo alzar la mano, o el joven que cree conquistar el amor del prójimo mostrando
el pecho, el general de división Salvador Alvarado expuso ante más de veinte
mil obreros, durante un banquete, los planes para una revolución tan violenta
como la rusa, y tan utópica como la Democracia.
Emprender una campaña subversiva entre los obreros; decretar una huelga general revolucionaria; levantar barricadas; unir al ejército con el pueblo; derrocar al gobierno burgués; establecer el gobierno de los sindicatos; expropiar a los generales y a los ricos; construir una “benigna” dictadura de los trabajadores, y por fin, llegar a la democracia económica, fueron los capítulos del discurso de Alvarado, pronunciado doce meses antes de que estallara la revolución delahuertista y cuando era Presidente de la República el general Alvaro Obregón.
Graves los unos y arrojando humo de sabrosos y grandes puros veracruzanos; adustos y descontiados* los otros y mientras que hacían bolitas con el migajón del pan o jugaban con los cubiertos; con los codos sobre los platos de rica porcelana y paladeando de vez en cuando una cerveza negra y amarga los terceros, los obreros parecían seguir maquinalmente las palabras del ex- secretario de Hacienda y Crédito Público.
DISPUESTO A RENUNCIAR A SU GRADO
Cuando el general Alvarado terminó su peroración, para dejarse caer poco a poco sobre el asiento, varios obreros hicieron un movimiento para retirarse; pero el divisionario, rápidamente, volvió a ponerse en pie, diciendo en tono afable:
—Compañeros, «hora deseo conocer la opinión de ustedes.
—General, usted es burgués, la revolución que usted pretende llevar a cabo es una revolución bolchevique, y nosotros somos enemigos de todos los gobiernos —respondió un joven.
—Yo también soy enemigo de todos los gobiernos, compañeros, y es lo que he sostenido en mi discurso.... —agregó Alvarado.
—General . . . . . .
—Compañero, le ruego que no me llame general, porque he dejado el generalato a las puertas del hotel y si ustedes estén de acuerdo conmigo, lo dejaré para siempre, porque considero que es deshonroso...
—interrumpió vivamente el ex-secretario de Hacienda.
Los asistentes al banquete rieron y aplaudieron por primera vez.
COMO HARIAN LA REVOLUCION
Las últimas palabras de Alvarado infundieron confianza, y un obrero le preguntó con familiaridad:
—Compañero y ¿cómo haríamos la revolución?
—Muy fácil, compañero, si ustedes apoyan mis planes, ustedes harán una huelga general y yo me comprometo a darles armas y parque!
Varios obreros golpearon platos y copas con los cubiertos y la reunión que había estado a punto de terminar tristemente tomó el carácter de una conspiración.
—¡Armas y parque!, —gritaron algunos oyentes y otros agregaron:
¡Vengan, compañero, vengan!
Alvarado sonrió satisfecho y comentó:
—Si compañeros, si es que nos ponemos do acuerdo, este movimiento debemos hacerlo antes de que Obregón sea reconocido por el gobierno do los Estados Unidos.
Dos años hacía que el general Alvaro Obregón había tomado posesión de la Presidencia de la República, y dos años también hacía que el general Salvador Alvarado había salido de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, después de haber ocupado la cartera durante el interinato de don Adolfo de la Huerta.
UNA ERA DE CONJURACIONES Y VIOLENCIAS
Cuando De la Huerta tomó posesión de la Presidencia de la República al triunfo del Plan de Agua Prieta, todas las energías obreras que habían sido acumuladas silenciosamente en los últimos meses, de la administración del presidente Venustiano Carranza, estallaron ruidosamente.
Las primeras noticias de la revolución rusa despertaron grandes deseos en las grandes masas de México y aun los líderes obreros cuyos atrevimientos ideológicos no iban más allá de un socialismo que pacíficamente conquistara el Poder político, parecieron contagiados por la fiebre de la violencia y empezó una era de conspiraciones.
Pero la era de conspiraciones terminó pronto y cuando el gobierno de De la Huerta llamó a colaborar a algunos de los más activos conspiradores, quienes días antes habían pretendido sublevar al ejército y arrojarse sobre las puertas del Palacio Nacional e izar la bandera roja con la hoz y el martillo sobre los mástiles de los edificios públicos do la capital.
Al calor de esa conspiración y de esos entusiasmos revolucionarios, los elementos que combatieron al moronismos revolucionarios(sic), los elementos que combatieron al moronismo en el gobierno interino de De la Huerta constituyeron dos fuentes de propagación revolucionaria: La Confederación General de Trabajadores y el Partido Comunista de México.
EN EL HOTEL DE LA PAIX
El Partido Comunista de México, claramente definió su posición cuando desde sus primeros meses de vida se afilió a la Internacional Comunista de Moscú, mientras que la Confederación General de Trabajadores se movía inquietamente.
Conociendo esta posición de la CGT, el general Alvarado se dirigió a los líderes de esta organización para invitarlos a sostener sus planes haciendo un movimiento revolucionario.
Fue en los primeros días de diciembre de 1922, cuando el general Alvarado invitó a los líderes de la CGT, a un banquete privado en el Hotel de La Paix**, en la ciudad de México.
Y en un pequeño salón del citado hotel y a los postres, después de que los meseros salieron del salón, el ex-secretario de Hacienda, dio a conocer sus proyectos.
QUIEN ERA ALVARADO
Pequeño de cuerpo, regordete, de movimientos nerviosos, con una mirada que a veces parecía demasiado severa y otras demasiado infantil; con una cabeza alta brotando desesperadamente de los hombros; con dos pronunciadas entradas en la cabeza, como marcando dos caminos de irrealizaciones, Salvador Alvarado, nativo del Estado de Sinaloa, había pasado desde los primeros años de su vida en el Estado de Sonora, hasta el momento en que se adhirió a la revolución de 1913.
El general Alvarado fue uno de los primeros políticos de la revolución que pretendió justificar ideológicamente el movimiento encabezado por Venustiano Carranza, cayendo así en el socialismo: la única fórmula ante él expuesta por varios extranjeros que acudieron al llamado que hiciera cuando siendo gobernador del Estado de Yucatán, convocó a algunos expertos en cooperativas.
PRELUDIOS DEL BANQUETE
De pie, a la puerta del pequeño salón donde había de celebrarse el banquete y escoltado por un amigo que hacía una caravana cada vez que entraba un obrero, el ex-secretario de Hacienda y Crédito Público, saludaba afectuosamente a los invitados.
—¡Salud, compañero! . . —decían los obreros.
—¡Salud, salud! . . . . —respondía Alvarado maquinalmente.
Mientras que varios meseros vestidos de negro terminaban de servir la mesa, los miembros de la Confederación General de Trabajadores, en grupos, hablándose al oído, miraban con desconfianza creciente al general Alvarado.
—Ya estamos todos, general —dijo un joven alto, con acento marcado de andaluz.
—Bien, bien, compañerito, y ahora a comer y entonces platicaremos mucho.... —respondió Alvarado, al mismo tiempo que hacía una indicación para que todos se sentaran.
Ocupando la cabecera, Alvarado comía nervioso; la mayor parte de los obreros hablaban entre sí, pero todavía en voz baja.
—Hablen, compañeros, hablen —decía el anfitrión de vez en cuando.
Los obreros reían y seguían comiendo y festejando algunas veces cuando algunos de los asistentes, manejando los cubiertos de plata, hacían brincar los manjares de los platos salpicando el mantel de finísimo Damasco.
—Ora, tú, pórtate bien; ¿no ves que estás en un banquete? —decían al que le sucedía alguna desgracia.
—¡Bah!, al fin lo paga . . . . mi general —respondía el aludido.
—Dirás que la Nación interrumpía otro.
—Qué dicen, muchachos? —preguntaba Alvarado en tono paternal.
Y todos reían sencillamente.
EN MATERIA
A los postres el ex-secretario de Hacienda se puso en pie y con voz pausada, pero fuerte, dijo:
—Compañeros, a! invitar a los líderes de la Confederación General de Trabajadores . . . .
—No tenemos lideres, general —interrumpió vivamente un obrero.
—Pues los principales . . . .
—No hay principales —protestaron varios.
—A los amigos de la Confederación —agregó Alvarado, haciendo una reverencia— es porque considero que la CGT, es la única organización obrera en México limpia en antecedentes, que no tiene compromisos con el gobierno; es porque considero que dentro de esta gran Confederación están los hombres del mañana; los hombres que habrán de tomar las tierras, los talleres y las fábricas para trabajarlas por su propia cuenta, acabando así con la inicua explotación del hombre por el hombre, que ha existido durante tantos siglos. . . .
Abriendo los brazos desmesuradamente, el orador agregó:
—He llamado a los hermanos, en estos momentos de prueba, ya que los individuos que se encuentran en el poder están corrompiendo nuestros más caros principios; los principios de la Revolución Mexicana; he convocado a los amigos que sienten como yo las miserias de los hermanos; he invitado a los hombres que sabrán hacer respetar los derechos de todos.
EL COMUNISMO LIBERTARIO
Continuó hablando el divisionario sinaloense sobre el concepto revolucionario de la clase obrera, para decir con un gesto sereno:
—Ahora ha llegado el momento de que hagamos la revolución, la verdadera revolución. He visto inscrita en la bandera de la Confederación General de Trabajadores un lema hermoso que podemos realizar: El Comunismo libertario. Yo también soy comunista.
Y después de esta confesión de credo, el general Alvarado dio a conocer los planes de rebelión.
Pretendía el ex-secretario de Hacienda, que ahí mismo los obreros quedaran comprometidos a hacer una revolución, decretando una huelga general, levantando barricadas, (incomprensible) soldados para formar "ayuntamientos de obreros y (incomprensible) expropiar a la burguesía y establecer una benigna dictadura del proletariado por medio de los sindicatos y la representación profesional.
—Así llegaremos a la Democracia Económica, que es el sueño de todos los pueblos grandes que quieren emanciparse de sus eternos verdugos —terminó diciendo Alvarado.
MAS PLANES
Comprendiendo Alvarado que sus palabras no habían causado efecto, y viendo que los obreros pretendían retirarse, pidió la opinión de todos sobre los planes expuestos.
Después de ofrecer armas y parque para hacer una revolución, Alvarado logró conquistar la confianza de los líderes obreros, y fue el momento aprovechado por el ex-secrctario de Hacienda para revelar sus planes insurreccionales.
—Compañeritos —dijo el divisionario sinaloense— me siento lleno de confianza hacia ustedes; ustedes han permanecido alejados de la corrupción del poder, dedicándose en cuerpo y alma a exterminar una casta: la burguesía, y a realizar un ideal: La Revolución Social. La palabra Revolución Social ha silo degenerada ya que hasta los lideres podridos de la Confederación Regional Obrera Mexicana, la han tomado como divisa, y es necesario que la reivindiquemos . . . . . .
—General compañero, pero lo que nosotros queremos son armas . . . .
—interrumpió un obrero.
—Es verdad, es verdad —repuso vivamente Alvarado— para allá voy. Decía, que siendo ustedes quienes son, tengo confianza para darles a conocer mis planes. Ustedes tienen en su poder a las masas; ustedes tienen dominio sobre ellas; a ustedes lo único que les hace falta es la dirección . . . . dirección técnica del asunto . . . .
—Compañero Alvarado, si nosotros pensamos realizar una revolución, ha de ser una revolución comunista libertaria y por lo tanto, una revolución del pueblo, una revolución sin jefes . . . . —dijo el joven obrero andaluz.
—Compañerito San Vicente, compañerito San Vicente, permítame que me explique . . . . Si es que deseamos unirnos para luchar contra tres poderosos burgueses: Obregón, Calles y De la Huerta.
QUIEN ERA SAN VICENTE***
Sebastián San Vicente, joven anarquista español había llegado a México a principios de 1921, procedente de La Habana, donde había sido perseguido por las autoridades cubanas, debido a sus actividades en los sindicatos obreros.
Uno de los organizadores de la Confederación General de Trabajadores, había sido el conducto del general Alvarado para invitar a los líderes de la CGT, a aquella reunión.
—Pero compañero, ¡si lo que nosotros queremos es que nos diga cómo se hará esa revolución! —insistió San Vicente.
—Compañerito, voy allá, voy allá —repuso el ex-secretario de Hacienda, levantando los brazos desesperadamente—. Miren, compañeros: Supongamos que el mes de abril o mayo del año entrante, cuando empiece la agitación de la campaña presidencial, ustedes decretan una huelga por cualquier motivo; hacen las peticiones más fuertes que hayan hecho a la burguesía, y como ésta no accederá; ustedes se apropian de la fábrica donde estén en huelga; luego decretan los demás una huelga general de solidaridad; el gobierno mandará sus fuerzas; entonces entraremos todos a la acción, levantaremos barricadas y la Revolución Social habrá estallado. Cuando llegue este momento, será cuando yo ya tenga las armas y el parque.
—¿Y luego? —preguntó un obrero.
—Luego, compañerito, luego está dicho todo, habremos hecho la revolución social: nos habremos apoderado de las fábricas, de las minas, de los campos, de los talleres y formaremos un gobierno por medio de los sindicatos.
. . —¡No queramos gobierno! —prorrumpieron todos los obreros.
—Pues no será gobierno, compañeritos, será administración o lo que ustedes quieran; pero sí tenemos que establecer una benigna dictadura del proletariado, porque tengan la seguridad de que los burgueses Obregón, Calles y De la Huerta, no se van a quedar conformes con que los derroquemos, y pedirán el apoyo de los Estados Unidos para hacer una contra-revolución.
TAMBIEN ERA BURGUES
Como San Vicente se pusiera en pie, quizás con el objeto de hacer nuevas objeciones al plan expuesto, Alvarado, con energía, le dijo:
—Bueno, compañeritos y compañeritos todos, ya he dicho lo que tenía que decir; ya están todos listos y yo daré el grito en su oportunidad.
—¿Grito? —preguntó San Vicente.
—Si, compañerito, cuando yo tenga las armas aquí, les avisaré y entonces ustedes se lanzarán a la huelga general.
—¡Armas y parque, vengan ellas! —gritaron los obreros entusiasmados.
—¡No tan alto, compañeros! —suplicó, por primera vez Alvarado.
Y la reunión terminó, como había empezado: Salvador Alvarado a la puerta del pequeño salón comedor del Hotel de La Paix, extendía la mano u todos sus invitados.
—Salud, compañero —les decía Alvarado, haciendo una pequeña reverenda, y sonriendo.
Y cuando el último de los comensales salió, el ex-secretario de Hacienda, seguido de su amigo, abandonó el Hotel y montó en un hermoso limousine.
¡Eh!, y dice que él no es burgués!. . . . —dijeron varios obreros cuando vieron cómo Alvarado montaba en su lujoso coche.
Dos veces más citó el ex-secretario de Hacienda a los líderes de la CGT, a nuevas conferencias, obteniendo en ambas ocasiones una enfática negativa.
Fue así como los planes del general Alvarado para hacer una “Revolución Social" en México, fracasaron para siempre.
Fuente: La Opinión. - Los Angeles, California, viernes 29 de noviembre de 1929. Pag.3
*No sabemos a que se refiere o el significado. será error?
**Donde estaría ubicado dicho hotel?
***En otro post, publicaremos algo mas sobre Sebastian Sanvicente y algunas impresiones sobre este testimonio de Valades.