Ante la lectura de este título
adivino diversas actitudes. Gestos atónitos, rasgar de vestiduras, proyectos de
venganza apocalíptica. Pero también, en todos los que tengan serenidad para
juzgar, una sonrisa comprensiva, una aprobación amistosa, porque ellos saben
que "solo aquel que esté libre de pecado puede tirar la primera
piedra". Y esta frase tampoco es mía. Es del evangelio.
Da tristeza, pero es
verdad. El plagio es necesario. Nuestra época, en líneas generales, no es
creacionista. Estamos viviendo todavía del romanticismo, del naturalismo, del
existencialismo y del plagismo. Pero como todas las verdades duras y crueles,
ha habido que disimularlas. El plagio ha tenido que tomar formas hipócritas y
solapadas por culpa de las airadas voces de los propios plagiarios, que le
atacan, denuncia y combaten para disimular así mejor sus propios plagios.
Solamente yo he tenido la valentía, cuando me he lanzado a plagiar, de hacerlo
a cara descubierta, con nobleza, sin disimulos, con la fidelidad del calco.
Pero tiene su explicación. Yo he plagiado por convencimiento. La conducta de
los grandes escritores me ha producido siempre emulación y estímulo. Pero al
admirarlos me hacía siempre la misma pregunta. ¿Por qué Miguel de Ceervantes
copió en el Quijote tantas cosas del doctor Huarte de San Juan en su Examen de
los ingenios? ¿Por qué Shakespeare calcó su Julio Cesar de Plutarco? Al propio
Dante se le han probado antecedentes arábigos en La Divina Comedia.
Rabindranath Tagore sé... inspiró en Omar Kayan. Y cuando se publicó en Francia
Anfitrión 38, su mismo autor explicaba el número del título diciendo que era
porque ya se habían escrito antes 37 versiones sobre ese mismo tema.
Es evidente que algunos
genios plagian. Ellos sabrán por qué, pues el genio siempre tiene sus razones.
A mí me pareció que la única manera posible que yo tenía de parecerme algo a
los genios era plagiar de vez en cuando como ellos. Y lo hice. Pero por
excepción. No vayan a creer que eso va a constituir en mí una costumbre.
La famosa frase "la
propiedad es un robo" fue atribuida injustamente a Prudhomme. Y él se la
adjudicaba diciendo: "Y por eso es mía. Porque la he robado". Pero en
realidad el primer autor de la frase era Brissot.
El saneamiento de las
fuentes de las ideas sólo se puede ocurrir a personas de muy corto
entendimiento y de más cortas luces. Dice Goethe que sería como investigar en
un hombre bien alimentado cuáles fueron los animales que sirvieron para su
alimento.
Cada individuo tiene sus
propias cualidades intelectuales, pero todos debemos nuestra formación a
influencias de un modo inmenso, de las que nos apropiamos aun sin darnos
cuenta. Lo verdaderamente importante es tener un alma que ame la verdad y la
belleza y que se la asimile dondequiera que la encuentre. "El mundo es ya
tan viejo -dice también Goethe-, que desde hace milenios han pensado y hablado
tantas gentes importantes que ya no queda casi nada por pensar o decir. Mi
teoría sobre los colores es completamente mía. Y, sin embargo, Platón y
Leonardo Da Vinci llegaron antes que yo a parecidas conclusiones. Yo las
encontré, lo mismo que ellos. Pero tuve que exponerlas después por el solo
hecho de haber nacido después".
En la Edad Media, solo
los padres de la Iglesia plagiaron a Aristóteles. Era insuficiente. Durante el
Renacimiento se hurtó todo lo que se pudo. Por eso fue una época de enorme
florecimiento espiritual.
Cuando un gran artista no
logra adquirir fama es porque no ha conseguido encontrar suficiente número de
plagiadores. Lo que da fama a un hombre es que se le copie y se repitan las
ideas que ha lanzado, mezcladas con las ideas que ha inspirado. Mi mayor
aspiración literaria sería que algún día me copiaran a mí, como yo he copiado a
Oscar Wilde.
La cuestión de la
propiedad puede ser de gran importancia cuando se trata de una finca o de
valores. Pero nunca en el orden espiritual, donde todo debe ser de todos.
Ninguna idea, ningún pensamiento son exclusivamente la propiedad de un solo
individuo, sino el conjunto de muchas sugerencias colectivas. Lo que importa es
quién las formula más acertadamente, quién las ilumina mejor, quién las lleva más
lejos.
Dice también Goethe:
"Somos todos colectivos, pues que poco tenemos que podamos asegurar que
sea enteramente nuestro. Yo no debo mi labor de ningún modo a mi propia
sabiduría, sino a miles de personas que me ofrecieron el material. Llegaron
hasta mí, locos y sabios, listos y tontos, viejos y jóvenes. Todos me dijeron
lo que habían visto y oído. Lo que pensaron y como vivieron, y todas las
experiencias que habían almacenado. Y yo solo tuve que coger y devolver todo lo
que me ofrecieron. Cosechar lo que otros sembraron para mí".
Los grandes artistas
pueden ser originales. Pero sólo cuando no tienen otro remedio. No deben
empeñarse en ser originales. El mundo de la razón es muy limitado y ya está
explorado en su casi totalidad. En cambio, el mundo de la extravagancia no
tiene límites ni fronteras. Si nos obcecáramos en no querer salir de él, viviríamos
entre locos y alucinados.
Un artista es un hombre
que ve y sabe ver, y nada más. Se entusiasma cuando alguna vez puede entregarse
sin reservas y con entera sinceridad a su auténtica vocación. La de copiar.
Cuando Shakespeare copia a Plutarco, no lo hace a pesar de ser un genio, sino
porque es un genio. El genio siente un amor violento por todo lo bueno y lo
valioso y, por consiguiente, un afán desmedido de poseerlo, de hacerlo suyo. Y
si otro supo expresar acertadamente la verdad y la hermosura, ¿Por qué
reflejarlas de distinta manera? ¿Con que objeto? Cabe, además, el peligro de
desfigurarlas, y a ese sacrilegio lo teme el genio mucho más que a perder su
propia originalidad. Antes copiar..., ¡siempre copiar!
Pascal odia a los
escritores que dicen de sus propias obras: "Mi libro", "Mi
historia", "Mi comedia". Tiene razón Pascal. Recuerdan los
burgueses que dicen con orgullo: "Mi casa", y es del casero. "Mi
pueblo", y es de todos los que nacen allí. Para hablar con propiedad
habría que decir: "Nuestra casa", "Nuestro pueblo",
"Nuestro libro".
Los lectores querrían que
ningún escritor escribiera sobre cosas ya escritas. Pero eso sería como volver
siempre a la infancia de la humanidad. Todos los grandes descubrimientos científicos
del mundo: el submarino, el aeroplano, el cinematógrafo, la radio, el telégrafo,
han sido posibles aprovechando los hallazgos anteriores. Si todos los
investigadores hubieran tenido que volver a empezar sin tocar para nada a lo ya
descubierto, bajo pena de que se les atacara acusándoles de plagiarios, al
grito de "¡Eso ya estaba descubierto...!", todo se habría estancado
en la primera invención. No existiría el perfeccionamiento.
¿Por qué no ha de suceder
igual con las ideas? Si se persigue implacablemente al plagio conseguiremos
hacer de nuestra época una época limitada, estática. Afortunadamente, los
escritores más inteligentes lo han comprendido así, y a pesar de la frenética
oposición plagian con afán, con valentía, con desafío.
El plagio solo es trágico
para quien no sabe hacer otra cosa que plagiar. Pero para quién sabe escribir
es solo un instrumento de trabajo. Nadie puede reprochar a un escritor que
emplee las mismas palabras que otros han usado. Es más, no puede prescindir de
hacerlo. Su tarea consiste en alterar el orden de esas palabras y hacer con
ellas diferentes combinaciones. Lo mismo sucede con los pensamientos. Hay que
cogerlos donde se encuentran y mezclarlos con las ideas propias y cambiar
frases, lo mismo que antes se combinaron las palabras y hasta las letras.
Y todo esto que sobre el
plagio estoy diciendo seguramente estará sacado de alguna parte. Porque yo he
debido de oír todo esto, aunque no recuerde donde. Va surgiendo de mi subconsciencia
a merced de la circunstancia. Pero estoy segura de que sobre el plagio está
todo dicho y no se pueden decir ya más plagios.
*Texto extraído del
libro de Julia Maura:
Estos son mis artículos,
Editorial Aguilar,
1953, Madrid, España
Fue el último artículo
del libro en pags. 179-184
Toda la literatura es plagio - Borges
Elogiamos esta defensa
que raya en el cinismo, misma que surgió tras verse descubierta como plagiaria
lo que ocasiono su enfrascamiento en una polémica con el periodista Luis Calvo,
aunque el descubrimiento del plagio lo hizo un personaje clave de la prensa franquista,
el falangista Adolfo Muñoz Alonso. Ya se imaginarán las condiciones de la
sociedad española durante el franquismo y que decir de las peores condiciones
de las mujeres, Julia fue una voz insubordinada a través de sus obras puestas
en escena en las que no solo reflejaba el hastío sino dichas condiciones
opresivas.
Para contextualizar el
momento, queremos destacar que la escritora Julia Maura pertenece a esas coordenadas tradicionales de la
dictadura franquista, como por ejemplo como un personaje de una de sus novelas,
Jaque a la Juventud, donde Laura, la esposa como producto acabado de la mujer
que sin ocupación de ningún género y sin base educativa para poderla desempeñar,
cobra su valor a través de los éxitos del marido,[i] porque justo su marido, la hizo firmar
un documento en el que la escritora renunciaba a participar como actriz de
teatro, sin embargo, Maura logro fama con el solo hecho de escribir novelas, ensayos,
artículos y obras de teatro principalmente; citada como precursora de las
letras españolas en un mundo ultra-machista en esos años 40s y 50s de la España
de Franco, hasta su descalabro, por
el que perdió su prestigio literario y el periódico oficial de la dictadura, el
ABC, donde escribía regularmente, prescindió
de sus servicios.
Breve Bio
Novelista y dramaturga, Julia
Maura y de Herrera. Marquesa de Villatoya (VIII). Madrid, 5 de abril de 1910–
13 de mayo de 1971.
De familia aristocrática
vinculada a la historia política y a las letras, ambiente propicio para ella, desde
su infancia demostró gran afición por la literatura y el teatro, escribiendo
cuentos y poesías. Las notas e impresiones de sus viajes por Europa se
consideran como sus primeros pasos literarios.
Se casó en 1931 con
Andrés Covarrubias Castillo, VIII marqués de Villatoya. Tuvo 5 hijos, dedicada a
una intensa actividad literaria. En la revista La Moda en España publicó numerosas reflexiones sobre el teatro; siempre
quiso ser actriz y no autora de obras de teatro, según declaró en una
entrevista de dicha revista (abril de 1952): “Me casé muy joven y antes él (el
marido) me hizo firmar un papel diciendo que no me dedicaría nunca al teatro”.
Obtuvo de entre varios
premios el Espinosa Cortina, de la Real
Academia Española. Es la única mujer que figura entre los que fueron los
fundadores del movimiento literario “Alforjas para la Poesía”.
Artículos consultados.
Además del libro citado
al principio y del que obtuvimos el texto, hemos consultado otros artículos
resaltando el de La escenificación de los
roles sexuales y la censura de género durante el franquismo: el caso de Julia Maura de Pilar Nieva
de la Paz, porque:
…analiza la trayectoria
escénica de Julia Maura, quien ejemplifica las restricciones y limitaciones
impuestas durante el franquismo a las mujeres que se atrevieron a romper las
barreras de la fortaleza teatral. […] El teatro, como
instrumento político de singular eficacia a la hora de extender el discurso ideológico
“nacional-católico” impuesto desde el poder, estaba sometido a una férrea
censura, que resultaba doblemente opresiva. En este sentido, el análisis de la
escenificación de los roles sexuales en el teatro de esta autora y de la
recepción que recibió por parte de la crítica tras cada uno de sus estrenos,
permite comprobar la actuación de la censura de género en el panorama teatral
español durante el franquismo, al tiempo que contribuye a la definición de las
soterradas corrientes feministas de la posguerra española y a la fijación de
los perfiles ideológicos globales de la sociedad española del primer
franquismo. No en vano, el teatro de Julia Maura puede ser considerado como
ejemplo de una “política teatral” subyacente, comprometida con la denuncia de
la injusta condición social de la mujer española en la posguerra. La
complejidad que revela su encarnación escénica de las relaciones entre los sexos
ilustra muy bien la larvada crisis definida por dos realidades enfrentadas: la
imposición de una serie de postulados tradicionales que articulaban la
ideología oficial al respecto y las tendencias modernizadoras que pugnaban por
abrirse paso en todos los órdenes de la vida social española.
Otros artículos:
· -
Luis Calvo demuestra los plagios de Julia Maura, en:
· -
Ambigüedad epistemológica en un drama de Julia Maura, de L. Teresa
Valdivieso en:
· -
Dramaturgas y censura en el último Franquismo: Carmen Resino y Ana
Diosdado, de Diego Santos Sánchez en:
· -
El cuestionamiento del modelo femenino tradicional en dos comedias de
Julia Maura: Chocolate a la española (1953) y Jaque a la juventud (1965), de Inmaculada
Plaza-Agudo en:
Cabe mencionar a algunos otros
ilustres plagiadores, además de los citados
en el artículo de Maura:
Arcipreste de
Hita / Garcilaso de la Vega / Lope de Vega / Francisco de Quevedo / Conde de
Latreaumont / Pablo Neruda / Carlos Fuentes / Gabriel García Márquez / Elena
Poniatowska / Luis Racionero / Octavio Paz / …..
L.R. Julio del 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario