Por
Francisco G. Cosmes*
Si
yo tuviese dinero, daría un postero y tierno adiós a las delicias de la calle
Plateros y a los billares de Jorge, y surcaría mares y tierras en busca de
espectáculos nuevos que disipasen mi fastidio. (Como todo hombre rico tendría
yo por fuerza que estar fastidiado.)
Viajaría
yo, como Ulises primero o como Ulises segundo, aunque creo que más bien tomaría
por modelo al general Grant, que al rey de Itaca. ¿Qué queréis? Cuestión de
gustos.
Mas
ya con el rubor en el rostro y el dolor en el alma tengo que confesar que soy
más pobre que Job, porque ni muladar en que sentarme tengo, ni aunque lo
tuviese me sentaría, pues carezco de la despreocupación de los hombres
bíblicos, me limito a hacer simplemente aquellos viajes que no requieren dinero
que gastar, y que pueden hacerse con o sin los cinco centavos en el bolsillo
que poseía siempre el Judío Errante, y que yo poseo raras veces.
Viajo
a semejanza de todos los pobres: unas veces alrededor de mi cuarto, como Javier
de Maistre, y las mas por la ciudad en que tengo establecida mi residencia, por
esta México que, a pesar de cuanto digan sus patriotas hijos, tiene cosas
dignas de estudio y observación.
La
capital de la República Mexicana está dividida, como el globo terráqueo, en
regiones y en países, cada cual con sus habitantes, sus usos, su habla y sus
costumbres diferentes; y el día que las preocupaciones del editorial político
no me abrumen, me propongo trazar de ella una carta geográfica, en la que cada
país estará indicado con sus límites, sus ríos, sus montañas, sus lagos, y
hasta sus grados de latitud y longitud.
Pero
como ese bienaventurado día esta aun remoto para mí, me conformare, por ahora,
referir mis viajes por algunos de esos países, garantizándoos que no escribiré
de memoria, sino que los viajes de que hablo serán viajes hechos real y positivamente
y con toda conciencia.
Comenzare,
pues, a realizar mi intento, por la descripción de un país que siempre ha
llamado mi atención, de un país altamente interesante, y que hasta ahora ha
sido visto con desdén por los turistas mexicanos: este país es el país de los
libros viejos.
Su
configuración geográfica no es común. Es una faja angosta de tierra como la
república de Chile, que se desarrolla a lo largo de una cadena de montañas
llamadas el atrio de la Catedral.
Empezó
por el autor de filosofía que estudiaba, siguió con los Gradus ad Parnasum, los Autores
Selectos y el Nebrija, y ahí le
tenéis vendiendo la Historia de Cien Años
de Cesar Cantú, el Sala o sea Derecho
Real de España, la Curia Filípica, el
Herbas, tratado de anatomía, y las Siete Partidas comentadas por Gregorio
López.
¡La
fuerza de la vocación, o sea el destino manifiesto, como dice Agamenón el de La República! Estoy seguro de que cada
uno de esos vendedores de libros viejos, escucho en su juventud el “Tu Marcellus eris” de Virgilio.
Pero
no vayáis a figuraros que este señor de horca y cuchillo de los puestos es un
necio solo porque fue mal estudiante. ¡Ya quisierais tener el talento y la
instrucción que él! Conoce como los mexicanos mas eruditos los títulos de todos
sus libros, sabe que Shakespeare fue un gran poeta inglés, que Laurent ha
escrito la Historia de la Humanidad,
que mi amigo Leautaud ha hecho una edición nueva de las Reglas del Derecho por Brouchorst, que hay una historia de
Inglaterra por Goldsmidt, y a veces, lleva sus conocimientos hasta saber que existió
un tal Lessing, sin cuyas obras, según el Doctor Peredo, no puede haber
críticos de teatros.
Este
magistrado sí que es un diplomático, un verdadero hombre de estado, con sus
ribetes de Metternich y de Talleyrand.
A la
primera mirada, adivina por cuál de los libros de su puesto tenéis interés. Nada
importa que disimuléis fijando vuestra vista de toda preferencia en obras que
no valen un comino. Sus ojos fijos en vos saben de antemano que todos vuestros
deseos convergen hacia tal o cual libro, y que, si hojeáis otros, es para que
no se os sacrifique pidiéndoos por el objeto de vuestro anhelo los ojos de
la cara.
¡Y
es instruido! ¡Cuántos ministros de Instrucción Publica quisieran serlo como él!
Sabe cuáles son los libros de texto de las Escuelas Nacionales, cuales las
obras de consulta, que ediciones son las mejores.
-
¡Un peso por las confesiones de Rousseau! Le oí
exclamar una vez; ¿No ve usted que es edición del Pantheon?
Aquel hombre que sabía que
hay una edición del Pantheon, creció
cien codos ante mis ojos.
Pero fijemos nuestras
miradas en los habitantes de este país.
Tenemos, en primer lugar, a
la vieja beata que busca la novena de San Cayetano, o la Vida Devota de San Francisco de Sales. El librero de viejo sabe cuáles
son las obras místicas más en voga, y tiene de cada una de ellas un surtido
completo. Todas las novenas salidas de la imprenta de Abadiano están colocadas
en su puesto en artística simetría.
Luego viene un muchacho de
escuela de primeras letras, que busca la ortografía del Padre San Vicente, o un
García Cubas.
En seguida el estudiante de
la preparatoria, que trueca un Mill
en que estudio lógica su hermano mayor, por un Bain en que va estudiarla él.
Y después…
Después, cuantos tipos
varios os podáis imaginaros.
El cura indio que solicita
un Lárraga para poder confesar a sus feligreses: el profesor de idioma que anda
a caza de un Bescherelle o de un Webster de la ultima edición; el erudito que
se deleita frente a una Historia de la Congregación
del Oratorio; el simple aficionado de todos los días, entre diez y doce, va
a leer gratis el amore un capítulo de
las Memorias de Godoy; la costurera en maquina que regatea el precio de la “Juventud de Enrique IV” por Ponson du
Terrail, edición de la “Biblioteca para Todos”, y por último, el poeta soñador
y melancólico que diariamente acude a ver si ha encontrado comprador algún
ejemplar no regalado a sus amigos de su colección de versos intitulada Estrellas y Constelaciones o Violetas y Jazmines. ¡Y que se enfurecen
porque sus obras no encuentran comprador, o lo encuentren a vil precio!
Uno de mis compañeros de redacción,
por ejemplo, no me perdonara jamás que haya yo comprado en tres centavos las
tres primeras y únicas entregas de una novela suya que lleva por título El Ángel del Porvenir.
Visitad el pais de los
libros viejos, os lo aconsejo. En el encontrareis todas las memorias de Hacienda
de D. Matías Romero, item mas, su
breve contestación a Mr. Foster en defensa de México.
Es un país digno de estudio,
y además ilustrada por la presencia de los Cardoso, de los Lafragua, de los Ramírez,
de todos nuestros sabios en fin.
Recuerdo que uno de ellos, candidato actual
de El Monitor para la presidencia de
la República, D. Manuel M. de Zamacona, decía una vez a un amigo mio que le
sorprendio infraganti delito de discusión con un librero sobre el precio de una
obra:
- Aquí me tiene Ud. haciendo mis empleos (mes emplettes.)
El ilustre diplomático siempre ha sido más
fuerte en el idioma del hermano Jonatham y de Mister Wike que en la lengua de
Racine y Moliere.
Articulo obtenido de:
22feb1880 / #40
________
*Cosmes era uno de los intelectuales
porfirianos que mejor expuso, definió y defendió los aspectos centrales del hispanoamericanismo.
Algo de info sobre F.G.
Cosmes ver:
- http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/15764/public/15764-21162-1-PB.pdf
- https://nexos.com.mx/?p=15057
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