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Edgar ha fallecido el 28 de diciembre:
A medio día apagué mi luz y tomé vuelo en un aerostato.
Les dejo mis Aventuras Metafísicas de Aeropoeta para que ustedes tambien puedan volar con mis palabras etéreas y ver los paisajes con la mirada de aguila.
Les dejo mis Aventuras Metafísicas de Aeropoeta para que ustedes tambien puedan volar con mis palabras etéreas y ver los paisajes con la mirada de aguila.
El Martes 29 fue cremado a las 10 am en el Panteon
de San Nicolas Tolentino en Iztapalapa.
* * *
Algo muy malo, o muy frío, o muy gris, debe haber en mi entorno, si me
entero así de tu partida, Edgar. En fin, las cosas son así, complicadas,
pero nunca hubo nada simple alrededor de ti y de la familia.
Parece que la muerte de ha cebado con nosotros; tantos muertos seguidos, y tú ahora. ¿Qué puedo decir de tu partida? Que me afecta un poco más de lo que esperaba. Lo analizo porque no puedo evitar pensar en la muerte y no saco nada en claro. Pero contigo la muerte fue especialmente cruel, tal vez porque tú significaste más que nadie, la vitalidad. Te le escapaste como gato, cuando te buscó echándote el terrible cancer. Tu la humillaste entonces con alegría. Pero llegaste a viejo y ahí sí fue inexorable. Ahí se cobró con saña tu divergencia. Porque fuiste el más complejo de los hombres. Todos los que te conocieron te admiraron al instante y todos, te envidiaron el oro que con tanta facilidad salía de tu boca. Dónde estuviste, como cataclismo sacudiste con tu verbo telúrico, a todos los presentes y te peleaste con todo el mundo. Nunca dejaste, además, las posturas más polémicas, en un mundo que se decantaba por la corrección.
Hoy, mueres extremadamente pobre, en un asilo solitario y gris. Y uno de pronto, descubriendo que no eras inmortal como prometía tu voz, no puede más que reflexionar en el ambiente en el que exististe: el ambiente de la poesía mexicana, donde hay tantos y tan pocos. Donde las becas son el modus vivendi. Tú nunca tuviste una.
Es que cometiste el peor de los pecados: la pureza. Porque tú no fuiste un poeta, fuiste el poeta. A diferencia de los otros, tú no eras nada más, pero tampoco nada menos, que un "bardo inmortal" (como Whitman llamaba a tu raza). Nadie en México, fue integralmente algo, más que tú con la poesía (ni siquiera tú papá, que fue tantas cosas además de poeta). Nunca fuiste padre, hermano, ciudadano, esposo, amigo... tío...Sustituías cada rol, con el de poeta. Y tú país, tan lleno de todo lo que no importa tanto, no te dejo un espacio que sin duda merecías.
Hoy me taladra el horror de no volver a oír el oro líquido de tu palabra y aborrezco, con el alma, que tu país, o, acaso el mundo, esté tan distante a la poesía como para no haber reconocido tu merecimiento. Simplemente, quien vive tan integralmente para pulir un ideal, merece existir en la consideración de la sociedad, y no en el olvido prematuro y ruin, que te asignaron.
No, tú no fuiste a un mejor lugar, Edgar Aeropoeta, no estás en el cielo ni en el infierno... Qué no se equivoquen los que esto escriben, tú estás donde siempre estuviste, en el misterio del valor oculto de las palabras, del valor que solo se revelaba a tu ojo de águila, que las veía desde la altura cósmica, desde la que les caías en picada, para revelarlas al mundo. Tú estás en las poesías que dejaste, y tristemente, sobre todo, en las que quedaron encerradas en ti. En la ausencia de esas otras poesías que te llevaste con tu muerte.
Ahora, mientras esto escribo, las llamas abrazan tu cuerpo (¡que idea incomprensible!) y yo, muy lejos, me entero de chiripa, por una publicación de alguien que apenas recuerdo, de Facebook (¿puede haber algo más prosaico?). No importa. Yo pasaré este día tratando de rescatar las pláticas que tuvimos, incluso las peleas y que me aterroriza que se me escapen de las manos. Sobre todo, leyendo, leyendo tu poesía e imaginando tu voz poderosa que era el barco aéreo en el que mejor navegaba...
Adiós AEROPOETA.
Parece que la muerte de ha cebado con nosotros; tantos muertos seguidos, y tú ahora. ¿Qué puedo decir de tu partida? Que me afecta un poco más de lo que esperaba. Lo analizo porque no puedo evitar pensar en la muerte y no saco nada en claro. Pero contigo la muerte fue especialmente cruel, tal vez porque tú significaste más que nadie, la vitalidad. Te le escapaste como gato, cuando te buscó echándote el terrible cancer. Tu la humillaste entonces con alegría. Pero llegaste a viejo y ahí sí fue inexorable. Ahí se cobró con saña tu divergencia. Porque fuiste el más complejo de los hombres. Todos los que te conocieron te admiraron al instante y todos, te envidiaron el oro que con tanta facilidad salía de tu boca. Dónde estuviste, como cataclismo sacudiste con tu verbo telúrico, a todos los presentes y te peleaste con todo el mundo. Nunca dejaste, además, las posturas más polémicas, en un mundo que se decantaba por la corrección.
Hoy, mueres extremadamente pobre, en un asilo solitario y gris. Y uno de pronto, descubriendo que no eras inmortal como prometía tu voz, no puede más que reflexionar en el ambiente en el que exististe: el ambiente de la poesía mexicana, donde hay tantos y tan pocos. Donde las becas son el modus vivendi. Tú nunca tuviste una.
Es que cometiste el peor de los pecados: la pureza. Porque tú no fuiste un poeta, fuiste el poeta. A diferencia de los otros, tú no eras nada más, pero tampoco nada menos, que un "bardo inmortal" (como Whitman llamaba a tu raza). Nadie en México, fue integralmente algo, más que tú con la poesía (ni siquiera tú papá, que fue tantas cosas además de poeta). Nunca fuiste padre, hermano, ciudadano, esposo, amigo... tío...Sustituías cada rol, con el de poeta. Y tú país, tan lleno de todo lo que no importa tanto, no te dejo un espacio que sin duda merecías.
Hoy me taladra el horror de no volver a oír el oro líquido de tu palabra y aborrezco, con el alma, que tu país, o, acaso el mundo, esté tan distante a la poesía como para no haber reconocido tu merecimiento. Simplemente, quien vive tan integralmente para pulir un ideal, merece existir en la consideración de la sociedad, y no en el olvido prematuro y ruin, que te asignaron.
No, tú no fuiste a un mejor lugar, Edgar Aeropoeta, no estás en el cielo ni en el infierno... Qué no se equivoquen los que esto escriben, tú estás donde siempre estuviste, en el misterio del valor oculto de las palabras, del valor que solo se revelaba a tu ojo de águila, que las veía desde la altura cósmica, desde la que les caías en picada, para revelarlas al mundo. Tú estás en las poesías que dejaste, y tristemente, sobre todo, en las que quedaron encerradas en ti. En la ausencia de esas otras poesías que te llevaste con tu muerte.
Ahora, mientras esto escribo, las llamas abrazan tu cuerpo (¡que idea incomprensible!) y yo, muy lejos, me entero de chiripa, por una publicación de alguien que apenas recuerdo, de Facebook (¿puede haber algo más prosaico?). No importa. Yo pasaré este día tratando de rescatar las pláticas que tuvimos, incluso las peleas y que me aterroriza que se me escapen de las manos. Sobre todo, leyendo, leyendo tu poesía e imaginando tu voz poderosa que era el barco aéreo en el que mejor navegaba...
Adiós AEROPOETA.
Eric List
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